Como una minúscula gota de agua sobre un cristal mojado, así
discurre nuestra vida.
Avanzamos por el tiempo y el espacio ignorantes del origen y
el fin, tan sólo sabemos que caemos presos de una fuerza inevitable que reina
el mundo en que existimos.
Dibujamos irrepetibles y únicas estelas de agua a nuestro
paso, entrecruzando nuestra trayectoria con la de otras gotas que unen y
abrazan cada una de las partículas que nos conforman.
Pero la superficie por la que nos deslizamos no conoce la
uniformidad, antepone inesperados obstáculos que impactan sobre los enlaces atómicos
que conforman la red armónica que hasta
entonces constituía la gota. La fuerza del impacto puede ser capaz de romper la unión y
generar división, iniciando una nueva trayectoria de progresión o una caída
libre al fin.
¿ Y cual es ese fin al cual inevitablemente avanzamos? Pues
tal vez sea el océano donde caen todas y cada una de las gotas que han viajado
a través del cristal, un océano donde todas las partículas de agua se funden y
se unen para crear un ilimitado y eterno océano de agua.
Al fin al cabo ésta es la misma que da origen a la vida.
No hay principio ni tampoco fin, tan sólo agua.
Dedicado a mi amigo, Toni, que llene de vida ese océano,
gracias por el rastro que has dejado en este cristal mojado.
Muchas gracias por tu comentario, espero que le des a seguir a mi blog :D
ResponderEliminarFeliz navidad! ^__^